
Ha participado activamente en diversas experiencias de difusión cultural. Como por ejemplo, integrante de ADEIS (Agrupación de Escritores Independientes Santafesinos), es socio fundador de la Asociación Cultural El Puente (Santa Fe), entidad dedicada a la promoción y difusión de actividades artísticas. Como responsable del área literaria de dicha institución, coordinó entre 2003 y 2009 los Encuentros Literarios Sub-20 de dicha Asociación, destinados a escritores adolescentes. Entre 1998 y 2016 fue Coordinador de la Academia de Literatura del Colegio de la Inmaculada Concepción (Santa Fe). Desde 2002 hasta 2017 editó "El Regalador", micropublicación virtual, semanal y gratuita de difusión literaria, que llegó a lectores de más de 20 países.

Una historia
CONTEMPLO EL RÍO
Sentado en la barranquita, a la sombra de unos aromos de ramas lánguidas, contemplo el río. La primavera estalla en la mañana como una fruta jugosa que derrama sus colores sobre el paisaje. El viento del norte, suave pero obstinado, arroja hacia mí certezas de azahares cercanos y un alboroto de patos que repica en las islas de enfrente.
Contemplo el río. El agua fluye de manera casi imperceptible, con un andar lento de serpiente perezosa. Sólo el bamboleo tenue de algunos camalotes viajeros delata, aquí y allá, la existencia de la pacífica corriente.
Contemplo el río y siento que su mansedumbre desnuda, sin margen para excusas, la descomunal estupidez de nuestras civilizadas urgencias, la sinrazón monumental de tanta neurosis cotidiana. El río fluye, simplemente fluye. El río no sabe que es río, sólo lo es. No se sobrevalora ni se subestima. No se apura, no se angustia por llegar a su desembocadura. No contamina su propia fluidez con miedos congénitos ni culpas adquiridas. Simplemente, fluye.
Contemplo el río y, en cierta forma, envidio su sabiduría celular, la manera irrazonada en que sabe lo que tiene que hacer. Me gustaría, igual que él, reducir los términos de la ecuación, desprender la correa de la conciencia, desterrar las palabras y ser uno con el universo, armonizar plenamente con el paisaje. Cierro los ojos, inspiro profundamente el aire templado de septiembre y dejo que el viento me atraviese, que transcurra a través de mí. Es inútil: un instante después, un aleteo entre el follaje me hace pensar “pájaro”, una fragancia silvestre me lleva a nombrar “primavera”, y entonces la efímera unidad se disuelve en múltiples estímulos y sus correspondientes sensaciones. Vuelvo a ser, apenas, un hombre que contempla el río.
Contemplo el río. No hay sitio aquí para las disonancias de la ciudad y los perversos silogismos que ella impone. Todo lo que no está entre este horizonte y yo ha quedado muy lejos, a tantas horas-luz de esta calma de domingo, que su existencia parece no tener más densidad que la borra de un sueño evanescente.
Sentado en la barranquita, a la sombra de unos aromos de ramas lánguidas, contemplo el río. Gozosamente, contemplo el río.
Alfredo Di Bernardo