El teatro del fantasma
Los escritos de Enrique, son utilizados por los docentes santafesinos para sus clases de literatura. Tanto adolescentes como adultos, disfrutan de construcciones ingeniosas e historias atrevidas.
Alguna palabra
En ese cementerio sus habitantes no podían quedarse quietos. Por una cuestión fisicoquímica, no metafísica. Sus almas andarían ya reencarnadas, o penando en el Infierno, o tomando té entre arpegios en el Paraíso, escuchando interpretar Pájaro Campana tan insistentemente que fuera mejor estar en el Infierno comiendo pan con caca de gallina, escuchando Jingle Bells o Le Petite marionette o la marcha de la giovinezza mussoliniana, bueno, sus almas andarían donde se merecen, pero sus cuerpos, como los tendones de las ranas decapitadas y puestas a freír, se resistían al descanso, y entonces ese cementerio de noche era una romería, un desfile de modelos de mortajas, una explosión de luces malas, nada espantoso en verdad, un poco impresionante cuando se ve por primera vez pero enseguida uno se acostumbra y percata de cuánta verdad entraña el refrán de que hay que tener miedo a los vivos no a los muertos, aunque uno no sepa nunca si cuando nos acercamos para alcanzarles un maxilar desprendido o una falange que ha rodado como perinola, no sabemos nunca si lo agradecen en serio, con sentimiento, o guiados por una reacción mecánica de zalema o mal de ciática, o si cuando nos ponemos frente a alguna señora descarnada para bailar lo que suponemos una rumba ella nos presiente desde sus ojos vacíos o desde sus bien expuestos canales auditivos o por el contrario se agita en su danza solitaria y sin llevarnos mínimamente el apunte, pero no importa, algo parece quedar impregnado en sus huesos faltos de lavado y engrase, y entonces uno se explica que realmente puedan haber meditado y escrito un texto que apareció enrollado como lengüita en un despampanado orificio bucal y que decía así:
MANIFIESTO DE ESTA QUINTA DEL ÑATO
¿Por qué andar siempre en el cajón con ese aire taciturno, negativo, asexuado, antipático? ¡Revolucionémonos de una vez y mostrémonos orgullosos de nuestra condición de difuntos! ¡Ostentémonos mórbidamente bien puestos, como flores carnales que se marchitan exudando su mejor aroma, con lujuria, entre gases, miasmas y vivarachos gusanillos! ¡Tiremos la chancleta! ¡No desaprovechemos el último cartucho! ¡Tiremos la última cana al aire! ¡Despenados, hagamos sentir nuestra presencia!