Develar en palabras
Susana, trabaja la palabra como contadora de historias, reales y concretas. Hace trabajo de investigación, reúne información y la transforma en novelas. Rescatar la memoria que nos representa, es su gran orgullo.
Más de su trabajo
MANOS DE MUJER
Abro surcos para enterrar mis manos y sembrar en ellos jóvenes semillas que me darán sus nobles frutos. Siento la humedad profunda de la tierra fértil clamando por ser cultivada mientras me embriago de aromas silvestres, que acompañan mis lágrimas, mi cansancio y mi sudor, fortaleciendo la frágil condición de mujer para realizar arduos trabajos de campo.
Amo la tierra virgen, que es bendición otorgada por la Diosa Madre y respondo a ella con gratitud y sacrificio. Me siento elegida y enaltecida por los cielos frente a semejante oportunidad siendo leal al designio que encausó mi vida. Respeto la suma responsabilidad otorgada y no desperdicio la oportunidad de hacer florecer estos campos en la infinita llanura de inalcanzable horizonte.
Vientos, lluvias y tormentas azotan los jóvenes brotes pero sus sabias raíces buscan la oscuridad para soportar los embates de la naturaleza, que castiga y gratifica en un contrapunto de cielos azules y noches oscuras para compensar la labor de días y días. El premio será satisfacer mis ansias supremas de nunca abandonar la misión que me fuera encomendada.
Con el transcurrir de los meses reposo en mi sillón mecedor y desde la galería cubierta de dulces enredaderas observo la siembra de mis manos arrugadas y callosas. Disfruto la paz, sí, esa paz infinita, que sólo nos devuelve el alma serena modelada por los años y la vida cargada de tropiezos y achaques. Levanto mis ojos cansados y agradezco los dones recibidos; no me quejo, porque tarde o temprano la vida devuelve lo que una vez se llevó. En todo caso consuela… hoy una lágrima, mañana una sonrisa; hoy un dolor, mañana una alegría entre nostalgias y agonías.
Otras jóvenes miran mi esfuerzo y se atreven a imitar mi actuar hundiendo sus manos suaves en la tierra que les fue asignada. Lograrán sus metas y serán un eslabón más en la historia de las anónimas mujeres, que a lo largo de los siglos pasaron al olvido sin nombres, sin apodos o reconocimientos por su perseverancia de nunca bajar los brazos y siempre mirar el amanecer, porque allí estaba el mañana.
Marcaron caminos para otras, que aprendieron sus lecciones de silencio, obediencia y trabajo. Hoy sólo son rostros desdibujados con ojos claros, oscuros y cabellos largos o cortos de magníficos colores, que hablan de herencia, de perseverante sangre y de coraje desmedido. Pañuelos negros en la cabeza y delantales de grandes bolsillos aparecen y se esfuman en borrosas estampas imposibles de atrapar.
Nadie las reconoce, nadie sabe sus nombres ni los sabrán jamás, pero ellas existieron y dejaron su huella de mujer en las herederas por donde continúa corriendo la sabiduría, que se renueva y fortifica. El milagro se produce cada vez que alguna hija de las hijas entierra sus manos en la tierra para replicar la orden de generaciones que la antecedieron. Mujer- tierra- madre: hacedoras de vida y retoños del linaje.
Susana Merke